Un concepto psicosomático
El deseo sexual es un apetito, está regido por múltiples determinantes biológicos y experimentales, es decir, por una gran variedad de factores físicos y psicológicos, los que pueden perturbar su funcionamiento.
El deseo sexual es un impulso que sirve a la supervivencia de la especie, suscitando avidez erótica que mueve a comportamientos propios de la reproducción. El impulso sexual posee una organización neuronal propia, una red específica de centros y circuitos, así como el hambre o la sed.
El correlato conductual de la actividad neuronal de estos centros es la experiencia del deseo sexual. El deseo sexual está organizado de manera que se equilibre por la acción de mecanismos de inhibición y activación. Los centros tienen conexiones anatómicas con otras partes del cerebro, lo que implica que el deseo sexual pueda ser estimulado o inhibido por diversas fuerzas tanto internas como externas.
Las hormonas testosterona y luteinizante juegan un papel importante en el apetito sexual. Las conexiones de los centros sexuales con las partes del cerebro que procesan y almacenan la experiencia, hacen que el deseo sexual sea muy sensible al pasado. La supresión del deseo sexual puede ser adquirida. Aprendemos a inhibir el deseo en situaciones que evocan contingencias negativas y a dejarlo emerger cuando es seguro.
Los centros sexuales se encuentran también profundamente ligados a la emoción. Las emociones negativas (miedo y cólera) que sirven para la supervivencia del individuo y motivan a evitar el peligro, tienen prioridad sobre la urgencia reproductiva. Sin embargo, el mecanismo adaptativo puede desvirtuarse si los “peligros” no se perciben adecuadamente. (Ej.: reaccionar ante peligros fantaseados). Tal es la base psicofisiológica de la inhibición del deseo sexual.
Causas fisiológicas del deseo sexual hipoactivo
Un impulso sexual normal requiere la integridad anatómica y fisiológica del cerebro, específicamente de los centros sexuales, lo que hace que la libido sea afectada por factores fisiológicos. Los más comunes son: depresión, estrés grave, drogas, enfermedades, bajo nivel de testosterona. Es muy importante tener en cuenta estos factores para realizar un buen diagnóstico. Lo primero es tratar estas causas antes de recomendar una terapia sexual.
- – Depresión: se caracteriza por una “diátesis” de síntomas vegetativos que conlleva trastornos del sueño, del hambre, de la libido. La pérdida del apetito sexual puede ser un síntoma de la depresión, y a parecer incluso antes de que el paciente se ponga triste. A menudo (no siempre), el deseo sexual aparece una vez la depresión ha sido superada.
- – Estrés: una situación grave de estrés (divorcio, guerra, etc.), suele ir asociada a una depresión fisiológica del aparato sexual, lo que conlleva una pérdida del interés.
- – Drogas: el adecuado funcionamiento de los centros sexuales depende del equilibrio de sustancias neuotransmisoras (serotonina, dopamina, hormonas sexuales, químicos). Cualquier cosa que altere estos equilibrios puede dar como resultado un mal funcionamiento de los centros que deprima la libido. Las drogas que pueden producir una disminución del deseo sexual son: narcóticos, sedantes, alcohol, ciertos anti-hipertensivos, drogas antagonistas de la acción de la testosterona, etc.
- – Hormonas: si ni hay un nivel suficiente de testosterona o si funciona mal, tanto en hombres como mujeres se produce una disminución del interés sexual, lo que puede resultar de cualquier estado, droga o estado psíquico que afecte la producción de andrógenos por los testículos, ovarios y adrenales. Entre los factores comunes está el envejecimiento, estados de estrés prolongados, medicación, enfermedad de las glándulas productoras de testosterona.
- – Enfermedades médicas: cualquier enfermedad médica o procedimiento quirúrgico puede perturbar la anatomía o fisiología de los centros sexuales del cerebro.
Causas psicológicas del deseo sexual inhibido
En el caso de que existan causas fisiológicas, el apetito sexual no se genera, pero en el deseo sexual inhibido la libido se halla disminuida debido a una supresión activa, aunque intra-psíquico e involuntaria, causada por conflictos psicológicos. – El mecanismo de “desconexión”: es la supresión voluntaria e intra-psíquico, pero activa, del deseo sexual. Los pacientes tienden a suprimir el deseo provocando pensamientos negativos que emergen espontáneamente e interfieren cuando se presenta una oportunidad sexual. Así consiguen enojarse, asustarse o distraerse, activando los mecanismos de inhibición fisiológica que suprimen el deseo sexual. Los circuitos sexuales quedan bloqueados por la actividad de los circuitos del miedo y la cólera.
La inhibición del deseo puede ser global (todos los sentimientos eróticos causan angustia) o situacional. Las ideas negativas sirven al propósito contrario de las fantasías sexuales, utilizadas para estimular el deseo. La persona que mentalmente no tiene conflictos con el sexo, hace lo contrario que la persona inhibida: no permite que sentimientos, ideas o distracciones negativas interfieran en su placer sexual.
- – Las defensas intra-psíquico: en general los individuos no se dan cuenta del papel activo que ellos mismos desempeñan en sus inhibiciones. El proceso opera de manera intra-psíquico, involuntaria y automática. Tienden a sentirse víctimas y suelen externalizar (culpar a la pareja). Relatan sentir alivio al evitar las situaciones sexuales. Con frecuencia hay sensaciones sexuales, aunque anestesiadas o disminuidas a través de sentimientos antieróticos como el miedo, el enojo, la repugnancia o la tensión. Esta formulación supone que tenemos más control u opción del que creemos. Los pacientes en general no se dan cuenta de que no quieren el contacto sexual, ni de las causas de esto.
- – Las causas remotas: los conflictos o causas más remotas parecen ser múltiples. Pueden contribuir factores tanto intrapsíquicos como interaccionales, aunque en última instancia es siempre el miedo o el enojo lo que hace indeseable el deseo (con frecuencia intra-psíquico).
- – Causas leves de angustia: el deseo se puede inhibir por una simple angustia ante el acto, por la anticipación de que no habrá placer, por una leve culpa residual por el contacto y el placer sexual, por problemas de comunicación, excesiva preocupación, etc. en estos casos el resultado terapéutico suele ser exitoso.
- – Fuentes de angustia de “nivel medio”. El miedo intra-psíquico a la intimidad y al éxito desempeñan un papel dinámico importante en este trastorno. Los pacientes con miedo a la intimidad no tienen miedo al placer erótico per se, sino a la relación de proximidad e intimidad. Estas causas son muy frecuentes. Los pacientes suelen no responder a terapias conductuales y es posible que necesiten una terapia psicosexual modificada y prolongada para favorecer el insight.
- – Fuentes profundas de angustia: las raíces intra-psíquicas de la inhibición del deseo, se encuentran con frecuencia en conflictos intrapsíquicos profundos y complejos y en problemas graves de relación. La teoría psicoanalítica postula que los miedos a la “castración” se movilizan cuando una persona que no tiene resueltos sus conflictos edípicos se enfrenta a una situación sexual. El deseo sexual inhibido es una defensa, no adaptada, al incesto. Analistas más recientes han postulado que antes del periodo edípico el niño forma “introyectos” psíquicos en respuesta a las primeras interacciones con los padres. Los sujetos con inhibiciones sexuales, no alcanzarían a internalizar o integrar introyectos adecuados. Desde la teoría del aprendizaje y de orientaciones interpersonales, se piensa que el niño aprende de las respuestas emocionales verbales y no verbales de su familia (destructiva y no estimulante) a inhibir su sexualidad, sentirse culpable, etc.
- – El enojo: estar enojado con la pareja es una causa muy frecuente de la pérdida de interés sexual. Como la angustia, el enojo también puede variar en intensidad y gravedad, e ir de más leve a más grave. Por ejemplo, una enojo leve sería haber tenido riñas tontas con la pareja, uno de nivel medio podría ser una decepción y las fuentes de enojo más graves derivan de transferencias infantiles. Para Kaplan, el enojo y el deseo actúan como inhibidores recíprocos, mientras otros autores como Stoller, plantean que el enojo y la agresión serían aspectos normales de la experiencia erótica. Master y Johnson consignan que el rechazo del compañero es un factor significativo en los fracasos terapéuticos.